Como todos sabrán, el juego del bingo no es algo nuevo. Muchos jugadores conocen historias en las que se sitúa el origen del juego en las primeras décadas del siglo XX. Algunos entendidos, sin embargo, aseguran que para rastrear el origen del bingo es necesario establecer un vínculo entre este juego y algunos de sus predecesores directos.
En el siglo XVI surgieron los primeros juegos de lotería. En un principio estos juegos eran populares únicamente en Italia. Con los años su éxito y popularidad fue extendiéndose de manera paulatina a otros países europeos. En Inglaterra se adoptó una variación del clásico juego de lotería italiano en el que solo se utilizaban 90 números. Cuando el juego llegó a América se comenzó a implementar una nueva modificación en la que solo se empleaban 75 bolas.
Los primeros juegos de bingo (que, como algunos sabrán, en sus inicios se llamaba “beano”) se organizaron en bares y salones de juego. Dado que aún no existían los clásicos billetes del bingo los jugadores tenían que hacer uso de una gran imaginación para poder desarrollar un juego de manera normal.
Así, era algo común escribir billetes de bingo a partir de discos extraídos de cajas de cigarrillos. Los jugadores cubrían cada uno de los números del billete con porotos (beans), de ahí su nombre. En cierto momento los porotos fueron reemplazados por las fibras con las que se marcaban los lugares de cada billete. Además se incorporó el uso de un bolillero para extraer cada uno de los números con los que los participantes tomarían parte en el entretenimiento.